Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla.
"Confucio"
Mientras preparaba la cena para unos amigos, les oí en plena discusión acerca de una saga de libros. Comenzaron hablando sobre autores que habían muerto, dejando sus obras inacabadas, y entre estos salió de repente el nombre de "Robert Jordan" y su "Rueda del tiempo". Las opiniones no se hicieron esperar. En seguida uno comentó sentenciosamente "Buffff, esa saga es bastante mala, es muy predecible: prácticamente desde el principio sabes como va a acabar"
Adrián, el amigo que había comentado la obra, replicó enérgicamente a favor de la misma. Reclamó que, aunque te puedas imaginar lo que va ocurrir mas adelante, eso no hacía a la novela "fea" o "aburrida"; a menos que el único placer que encuentres en leer sea intentar adelantarte al escritor, claro está. Esta conversación se asoció en mi cabeza con un interesante artículo del blog "Enrique Lage" que había leido unos días antes.
El post en concreto era "Errores de Juicio sobre Caprica", y el autor lo aprovechaba para hablar de un problema que se extiende a toda la ciencia ficción. Varios críticos habían alabado la seríe poniendo como único valor reseñable su "acercamiento a la realidad". Aqui Enrique les atacaba, defendiendo que esa necesidad de evitar los elementos evasivos era más un sentimiento de inferioridad que un signo de calidad.
Reclamaba que las historias mas interesantes, si bien partían de hipótesis científicas o ideas sólidas, desarrollaban alternativas a lo real. Y es gracias a esta "realidad imaginada" con la que, paradójicamente, se ponen de manifiesto muchas de las cosas que definen nuestro mundo. Es ahí donde se percibe la mayor potencialidad de la ciendia ficción, y no en que los mundos que desarrolla sean mas o menos realistas - ahí tenemos, por ejemplo, el "Ubik" de Phillip K Dick o "Solaris" de Stanislav Lem.
Como alegato a favor del género me parece excelente, y os recomiendo vivamente su lectura. Pero creo que a su vez tiene una interpretación más general, que abarca incluso la pequeña discusión que tuvo lugar en mi casa. ¿Cómo valoramos realmente lo que leemos? ¿Somos capáces de disfrutar de una historia o por el contrario nos procuramos la "necia gloria de refutar a los demas"?
Desde luego, se puede estimar la calidad de una obra: podemos comprobar su estilo, su vocabulario, su coherencia... Pero rara vez lo hacemos de esta manera: muchas veces confundimos nuestros propios gustos con criterios de calidad, y valoramos las obras en base a como se acercan a estos. Retomando así la discusión del comienzo a modo de ejemplo... ¿Acaso una obra con trama predecible es necesariamente mala?¿Y si sometemos todo a ese criterio?
¿Tiramos a la basura los manuales de estilo, los diálogos, la poesia Haiku?
¿Nos deshacemos de la novela y el cine negros? ¡En ocasiones sabes quien es el malo desde el comienzo!
¿Por qué volver a ver una pelicula o releer un libro? ¡Ya nos lo sabemos, no queda lugar a la sorpresa!
¿Que sentido tienen las adaptaciones, o las obras-homenaje? Ninguno si solo buscamos giros sorprendentes.
No creo que esto sea razonable.
Y esto pasa cada vez que imponemos un criterio en lugar de disfrutar la obra.
Mientras estaba pensando en escribir este post, imaginaba que todo se reducía a una cuestión de prejuicios y "malas costumbres". Lo veía como cuando, de pequeños, cogíamos manía a algunos alimentos, y luego estas rarezas nos acompañaban al crecer, limitándonos a la hora de disfrutar de la comida.
Pero conforme lo he ido poniendo por escrito y releyendo me he dado cuenta que hay algo más, un punto de excusa barata en todo esto. Y aquí me he acordado de los niños cuando asisten a obras de teatro y se asustan con la representación. Les da miedo lo que cuentas, les agobia la presión que sucede durante la historia. Quieren ser más importantes que la obra y que esta no les pase por encima; desean no creérsela, verle la trampa al truco de magia en lugar de disfrutarlo.
Estos niños - que todos llevamos dentro - tienen tanto miedo a perder el control que se niegan a dejarse llevar, prefieren "mirar desde fuera" aunque se pierdan la diversion. Y cuando crezcan harán lo mismo, pero con más discrección. Usarán cualquier herramienta o supuesto criterio para derribar lo que no les gusta o lo que les pone nerviosos. Intentaran estar por encima de la obra porque esa es la única manera en la que se sienten cómodos.
A partir de ahora, cuando un gafapasta os critique La princesa prometida, pensad que seguramente él lo paso peor que nadie en el zoo de la muerte. Cuando un friki, haciéndose el listo, os ponga Firefly de vuelta y media, sospechad que él querría estar abordo de la Serenity.
No están ciegos, sólo se tapan los ojos con las manos para no ver al monstruo. Pero con ello se pierden toda la aventura.
Al final, la discusión aquella noche acabó sin heridos, y el tema de los escritores prácticamente olvidado (excepto por mí). Sin embargo, y aunque en aquel momento fuera banal, agradezco mucha esa pequeña reflexión; con las semanas me ha permitido presentaros una idea que llevaba tiempo rondando la cabeza y no sabía como abordar. Muchas gracias Adrián ;)