lunes, 5 de abril de 2010

Desnudándome

Muchas veces me he planteado ¿Por qué escribo?. Sería mucho más fácil si me limitase a leer, y ojear videos. Pero sin embargo no sentiría lo mismo: creo que no percibiría Internet ni la palabra escrita de la misma forma si no aportase algo, por poco que fuera. Y como a esa pregunta sólo yo le puedo dar solución, me he puesto a ello.

Aquí teneis la respuesta, es una pequeña ventana a mi mundo interior. Me resulta extraño dejaros leer algo que hasta a mí me resulta íntimo, pero peor es enseñar la polla en Chat Roulette...

Me encanta leer, y lo hago vorazmente. Aprovecho para ello cualquier momento que me lo permita: en la calle, mientras como... Incluso en ocasiones devoro párrafos enteros sin haberlos asimilado del todo. Adoro como me hacen sentir las narraciones, la manera en la que estas me infectan de ideas. Y, como la forma más básica de admiración es la imitación, escribo para responder a todo ello.

El hueco que he encontrado para hacerlo es, a su vez, un pequeño homenaje a la filosofía punk. Si en la red no encuentro la materia que busco, o el tono con el que quiero se trate algo ¿porqué no hacerlo yo mismo? Además así me siento útil, aportando algo a la web (aunque solo sea al 90% de basura).

Cuando narro me abstraigo de mi mismo y lo que me rodea para centrarme exclusivamente en el tema, y este trance me resulta muy placentero, incluso terapéutico. No es una sensación concreta, ni tampoco una ausencia de ellas, sino una especie de "baile" al ritmo de la narración.

Suelo tardar un tiempo en ponerme a escribir, pues nunca me he forzado a ello sin tener preparadas unas cuantas ideas. Voy raptando pensamientos huidizos de día en día, hasta que la inspiración me ayuda a hilvanarlos. Es entonces cuando todo son prisas para ponerlo por escrito, como si tuviera miedo que se me escapase de la cabeza.

El borrador lo hago a lápiz: por alguna razón ADORO la sensación de la mina afilada sobre el papel; además, agradezco poder borrar lo que escribo en lugar de tener que corregirlo con "Typex" o tacharlo. También reconozco que, de un tiempo a esta parte, me ha entrado el capricho esnob de escribir en cualquier superficie válida - como, por ejemplo, el reverso de una caja de dentífrico -. Me resulta una manía de adolescente, pero me hace gracia crear el equivalente literario a los cartones de Sorolla o Picasso.

Escribo al estilo “escritura automática”, llenando párrafos y hojas hasta que se acaban las ideas. Es un impulso sumamente agradable y admito que me genera mucho contenido (¡y algunas veces hasta original!). Sin embargo este arranque a su vez produce una prosa barroca, inconexa y egocéntrica; y por necesidad llega la parte que menos me gusta: organizarlo todo.

Suelo limitarme a una única corrección a la alza, mientras lo paso a digital. Cierto es que la aprovecho para retocar los textos: enriquecerlos con visitas a google y la wikipedia (el equivalente digital al “diccionario y sinónimos”), contrastarlos con el resto de la blogosfera y mejorar su estilo - la gramática se la dejo al corrector automático -.

Me gusta basarme en sentimientos e impresiones a la hora de narrar, pero se que estos temas pueden perder la “sinceridad” con la realidad: me fastidia mucho haber exagerado demasiado una reacción o dramatizado un sentimiento. Esto hace que mire con ojo muy critico lo que hago, pues me daría mucha vergüenza parecerme al “panadero de cyrano”.

En la pelicula “Cyrano de Bergerac” (la de los 90, con Gerard de Pardieu como el poeta narigudo) me dio mucha pena el panadero que persigue al poeta para mostrarle sus versos, sin darse cuenta que lo único de valor que realmente hace es el pan que regala a Cyrano.

Este hombrecillo siempre ha representado para mí el miedo a “La crítica demoledora”. Una bofetada de realidad que me descubriera como un aficionado cutre y sin gracia colándose a caminar entre gigantes.

Y esto es lo que hay: hasta aquí hemos llegado. En unos cuantos parrafos me he retratado como lector y autor impulsivo, desordenado e inseguro. Disfruto escribiendo, pero aún me queda mucho camino para poder tener un estilo sencillo y rotundo, como el de los grandes Maeses.

Lo cierto es que no me importa verme reflejado así :)

PD: En la corrección del post he omitido a Roberto Malo de forma bastante miserable. Es uno de los mayores defensores del cuento corto que conozco, además de un escritor excelente. Fué él precisamente quien me dijo que a escribir sólo se aprende escribiendo...  hacerlo bien es otra historia.


Me gusta mucho su poca preocupación por extender o desarrollar demasiado las ideas si estas no invitan a ello, e intento seguirla.  Si tenéis dudas sobre a qué me refiero cuando hablo de sencillez y rotundidad, aquí tenéis su excelente (y breve) "Últimas Palabras". 


¡Ole maestro, con dos renglones!

3 comentarios:

  1. Vaya, esta entrada me gustó más ayer, sin corregir.
    Ahora, una vez retocada, ya no se me cita.
    Con la ilusión que le hace a uno que lo citen.

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  2. XD
    Tranquilo, la dirección corregirá eso en breve.

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  3. Vaya, ahora está mucho mejor, dónde va a parar.
    Se me cita y se incluye un cuentecillo mío. Así da gusto...
    Mil gracias, Sergio. ¡Te quiero!

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