miércoles, 6 de abril de 2011

El viaje XI - La trampa

Hay gente que se transforma cuando tiene algo espantoso delante: se vuelven arrojados y valientes, llegando a límites que ellos desconocían. También existen aquellos que, nada más notar el riesgo, huyen ágiles como corzos.

Pero yo, al ver la espantosa transformación de Dester, me quedé parado como un idiota. De hecho, si no llega a ser por la rápida reacción de Hazmat -que me aferró de un brazo, alejándome del ser- no estaría contando esta histora.

El mago había agarrado la cuerda que Dester ató al estrado antes de transformase y, con un decidido salto, me arrastró hasta la plataforma donde estaba el grupo de Phank. Pese a tener la cuerda asida, el aterrizaje entre los restos de brea aún ardiendo fue bastante duro. Hazmat y yo nos levantamos raudos, recordando el peligro aún constante de los Banush, pero estos ahora se dirigían en masa hacia el monstruo de la plataforma superior.

  • Los guardianes lo entretendrán un buen rato –dijo Hazmat, viendo a los Banush arremolinarse alrededor de Dester-,  aprovechemos para salir de aquí.

Nos arrojamos hacia las escaleras, bajando los escalones a saltos mientras la luz de las salas comenzaba a desaparecer. A nuestras espaldas, lo que había sido Dester aullaba y rugía. En la base de mármol nos encontramos con Dremin y Excessus, alertados ambos por la algarabía.
  • ¡Vamos!¡No os quedeis ahí, corred hacia el norte! -les chilló Hazmat mientras señalaba una dirección.
  • ¿Que es todo ese jaleo?¿Y Blade y Dester? -replico Excessus
  • No hay tiempo, en serio Excessus -le cortó Phank-, haced caso al mago y corred, por lo que más queráis.
Pero entonces un gruñido gargantruesco tronó en las salas, desde las alturas
  • ¡Ḩ̴̸҉͞A͏̷̕͜Z̨̢͘͟M̡̡͟҉A̸͡A̶͟͏͘A̵̵͞T҉҉̴̵̕ !
Nos quedamos petrificados pues, aunque reconocimos lo que había sido la voz de Dester, ya no quedaba rastro alguno de humanidad en ella. Algo en su tono me hizo recordar la visión en las escaleras de obsidiana, y la angustia me atenazó el alma.

Segundos después, el suelo comenzó a temblar y las escaleras que subían a las salas de los libros se agitaron, como las silgas de un barco en mitad de la marejada. Esto nos sacó del espanto y huimos en la dirección que Hazmat nos señaló sin mirar a la oscuridad detras nuestra, de la que  llegaba un estruendo creciente.

Pese a que corríamos con todas nuestras fuerzas, la criatura nos iba ganando terreno poco a poco. El temblor cada vez era más grande, e incluso comenzaron a caer anaqueles enteros desde los pisos superiores estrellándose a nuestro alrededor: fue realmente un milagro que ninguno de ellos nos aplastara.

Volvimos a la avenída de lapislázuli pero, en lugar de proseguir por ella, Hazmat nos guió hacia un  pequeño templete en ruinas, que se levantaba a la vera del camino. Allí nos ordenó apagar todas nuestras antorchas y hablar en voz baja.

No habíamos terminado de apagar aún las luces cuando el monstruo llegó hasta las escaleras, apenas a cien pasos de nosotros. Aquel ser parecía perdido sin el rastro de las teas, y le oímos olisquear pesadamente el aire. Hasta contuvimos la respiración, temerosos de que la criatura nos descubriera.

El monstruó bramó al aire, respondiendo el eco de la insondable caverna, y comenzó a rodear trotando la base de las escaleras, como un lobo que busca su presa. Apenas se alejó, Hazmat nos reunió a su alrededor para decidir, en susurro, lo que hacer.

Debíamos recuperar el Libro de los Monstruos como fuera, pues sin él Server no tardaría en caer. Pero en aquel lugar no éramos rivales para aquel monstruo: nos daría caza sin dificultad en cuanto recuperase nuestro rastro. Debíamos atraerlo hasta un lugar donde pudieramos igualar las cosas.
  • Si estuvieramos allí arriba -comentó Dremin-, me gustaría ver lo que haría ese bicho contra las murallas de Norsk.
  • De seguro arrasarlas -respondió Hazmat-, no lo infravaloréis caballero. No es ningún animal estúpido: nos enfrentamos a un griefer en su forma verdadera... y con poder para levantar un ejército de monstruos.
  • Dester, todo este tiempo... ¿ha sido un griefer? -comentó preocupado Excessus.
  • No, Adm. Dester murió en las escaleras de osbsidiana, cuando rescatamos a maese Piteas.
Así nos explicó Hazmat como, desde la visión de Darth Lagg, sospechaba que uno de los dos no había vuelto en realidad. Al principio le resultó casi imposible saber quien era el impostor pues, cuando un griefer quiere pasar desapercibido, no hay nada que lo diferencie de una persona normal.

Por ello quiso estar en nuestro grupo cuando llegamos a la biblioteca, y asi tenernos a ambos controlados. Pero se dió cuenta demasiado tarde que Dester era el suplantado, que fué cuando yo le entregué el libro sin sospecha alguna.
  • Bien, ya nos hemos enterado todos del error pero... ¿alguna idea de qué hacer? -Interrumpió nervioso Reshef.
  • La idea de Dremin no me parece mala -añadió Osuspiro-, quizas no a Norsk, pero en Espaún, o el valle de Rockfort las defensas nos podrían ayudar. Y Phank aún lleva el libro.
Nos quedamos mirando al Adm inquietos. Este, de entre los pliegues de la capa, dejó entreveer el tomo que había sacado de la gran biblioteca.
  • Arriba, desde luego, no sería buen lugar -dijo Hazmat, con la vista perdida-, pero si sois capaces de llevarnos a cualquier parte con esa maravilla, creo que conozco un lugar donde podríamos plantarle cara.
  • ¡Voto por eso! -Exclamó Dremin.
  • Por mi perfecto -añadí yo-,  prefiero ir a una fortaleza, por lejos que este, que ser devorado en estas ruinas oscuras.
Todos estuvimos de acuerdo, y Hazmat le explicó a Phank lo que tendría que hacer, mostrándole imágenes y pergaminos que le indicaban dónde había que abrir el otro lado. El Adm abriría el portal y lo mantendría  el tiempo suficiente como para que la criatura lo viera. El griefer, obsesionado como estaba por darles caza, se precipitaría sin pensárselo dos veces, y era entonces cuando había de cerrar la apertura.

Pero todo lo había de hacer desde fuera, desde la misma Mojang. Luego el Adm estaría sólo, y tendría que abrirse camino el mismo para llegar de nuevo a la superficie, donde tendría que encontrar un medio de llevarnos de vuelta.

Cuando estuvimos preparados, salimos de las ruinas al jardín marchito, y allí el Adm comenzó a recitar los ensalmos de apertura conforme leía del libro. Un tímido fulgor acuoso comenzó a palpitar frente a nosotros, como una gota de agua gigantesca suspendida a paso y medio del suelo. El brillo aumentó, y pronto todo aquel jardín se vio iluminado por el portal.

Hazmat nos metió prisa, y caminamos todos dentro de la esfera azul. Al principio no pasó nada pero un zumbido molesto se fue apoderando gradualmente del resto de sonidos, y el mundo comenzó a estremecerse y temblar fuera de la esfera.
  • Manteneos a salvo y yo os encontraré. ¡Ya lleg...! -fué lo último que le oí decir a Phank.
El mundo se desvaneció a mi alrededor el mundo, mientras una sensación de caída libre se apoderaba de mi. La suerte estaba echada.

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