viernes, 16 de diciembre de 2011

Luces de Diciembre

 

Diciembre es un mes mágico; y eso no tiene nada que ver con Navidad, Hanukkah o Yule.

Noviembre trae el frío y las brumas, y Enero se lo llevará con su tenue luz blanquecina -manto de nieve y cielos encapotados. Pero mientras tanto Diciembre nos sumerge en la noche: es un mes de viento y oscuridad, sólo interrumpida por estrellas rutilantes.

Cada una de esas candelas cuenta una historia, para quien sepa leerla. Relatan la historia del Héroe aguardando frente a la última puerta, cargado de años y pérdidas, pero con la misma esperanza de llegar a su destino que le hizo -hace tanto tiempo- abandonar su hogar. Hablan de la Dama encerrada en el castillo errante, que busca incansable entre libros el hechizo que la libere: cada anochecer mira al cambiante horizonte y musita "quizá mañana".

Narran  sobre los Arkavinkas, que cruzan los océanos del tiempo y la tierra para estar juntos, imaginando que esta vez todo saldrá bien. Me susurran también por el Trovador que, desde un helado callejón, toca una dulce melodía de notas graves y largas, esperando que llegue su momento.

Cuentan las luces sobre como la Hilandera teje mantos de lana que nunca adornarán cuerpo alguno, pues están destinados a vestir el mundo que la rodea. Y me refieren la búsqueda del triunfante Luchador, oteando entre la muchedumbre para hallar su digno rival (pues el sentido de la lucha no es ganar, sino seguir luchando).

Pero no todo son brillos solitarios.

Desde un rincón, un grupo de Luceros repiten una y otra vez una historia aprendida de memoria, como en el libro de Bradbury. La han repetido tantas veces que han desgastado su significado (ni tan siquiera se parece a la que oyeron tiempo ha), pero la siguen representando para que no se pierda en la noche.

Y mientras, un grupo de Escritores -salido cada uno de su Maine particular- se ponen en camino de una ciudad perdida en el mapa. Se reunirán tres días con sus noches para, entre el tabaco y la cerveza, buscar una rosa en el solar olvidado.

Estos cuentos flotan perezosos a mi alrededor, como luciérnagas perdidas en  lo más profundo del invierno. Yo solía esperar el amanecer, desconsolado por no atisbar la alborada, pero gracias a ellos he comprendido que la oscuridad de Diciembre, meramente, esconde la luz.

Me voy al baño.

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