lunes, 15 de diciembre de 2008

Cartas a suecia 1ª parte - ¿Es todo como parece ser?

Lo primero que quiero aclarar es que el ser humano no es "racional", pero tampoco estoy diciendo que sea "irracional", sino más bien que la "racionalidad" es un ideal hacia el que tendemos.
Se ha podido comprobar que muchas de nuestras acciones y decisiones cotidianas son irracionales y éstas están condicionadas por una serie de "fallos" innatos en nosotros; estos "fallos" son nuestros prejuicios psicológicos.

De hecho, nuestra forma de entender el universo siempre va a estar teñida por una serie de prejuicios. Los prejuicios sociales y psicológicos propios de la cultura circundante. <zb:break>


La realidad, percibida por los sentidos, pasa a través de la mente antes de entenderla, la mente es un filtro, una ventaja y un inconveniente, que condiciona nuestra visión del mundo: Por eso es en nuestra mente donde primero debemos mirar.

Con el nombre de prejuicios psicológicos me refiero a todos aquellos conflictos de los métodos que emplea la mente para funcionar. Nuestra mente, cuando realiza el ejercicio racional, moviliza muchas facultades distintas.

Un centro cerebral típico está dotado desde el nacimiento con diferentes mecanismos de aprendizaje, parte de los cuales acumulan información sobre lo que no se debe hacer. Es decir, unas partes acumulan experiencia sobre cuándo deben activar un método en particular, otras aprenden a crear "censores" que se opongan al uso de cada método y aun otras aprenden qué hacer cuando dos mecanismos entran en conflicto.

Se trata de una idea realmente simple: nuestras mentes tienen colecciones de modos diferentes de hacer las cosas que hacen y en ocasiones algunos de esos métodos entran en conflicto. Cuando esto ocurre tomamos decisiones erróneas o somos víctimas de "ilusiones cognitivas". El juicio racional moviliza muchas facultades distintas, a veces en conflicto entre sí... a racionalidad es un ejercicio complicado.

Pero no debe de dejarnos abatidos ver que no somos "racionales", el mero hecho de saber esto nos demuestra que poseemos la capacidad de darnos cuenta de nuestras propias contradicciones internas y rechazarlas. Y esto nos proporciona una herramienta muy útil para afinar el pensamiento racional.

A lo mejor es más fácil asumir el porqué de estos prejuicios psicológicos si nos miramos a nosotros mismos, a la forma en la que estamos hechos. Hay que asumir que no somos esencialmente "correctos", puesto que no somos máquinas construidas recientemente para dar respuesta a las realidades actuales de nuestro ambiente: Somos el resultado de un bagaje acumulado durante eones, y este equipaje se manifiesta bajo la forma de imposiciones genéticas y de desarrollo.

Nos hemos adaptado con lo que buenamente hemos podido, y no de la manera más óptima. Nos equivocamos si pensamos que la selección natural da siempre con las soluciones óptimas. Podemos aceptarlo con mayor facilidad en lo que se refiere a nuestro cuerpo; las hernias y la lumbalgia son el precio que pagamos por caminar erguidos con un cuerpo que evolucionó para llevar una vida cuadrúpeda, y que ha sido rediseñado de modo "imperfecto".

Ahora bien, ¿qué partes de nuestros modos de pensamiento pueden ser también restos de una estructura evolucionada durante eones para cumplir con otros fines, y a la que sólo recientemente se han añadido los diversos fenómenos de consciencia superior y el lenguaje? ¿Por qué somos tan negados para ciertas operaciones mentales? ¿Por qué parecemos especialmente incapaces de asimilar los fundamentos de la probabilidad? ¿Por qué nos servimos, para hacer clasificaciones, de la técnica inadecuada de las dicotomías? ¿Por qué no podemos siquiera concebir las ideas de infinito y eternidad?

La libertad es el reconocimiento de la necesidad.

Esta una limitación importante. Otra limitación es la pereza mental, es decir, nuestra forma de resolver problemas. Generalmente aceptamos la formulación de un problema tal y como se nos presenta y no se nos ocurre planteárnoslo de nuevo de una manera equivalente pero distinta. Quizás sea porque cuando pensamos o razonamos nuestro cerebro intenta emplear la mínima cantidad de energía disponible.

También mínima energía se podría traducir por rapidez, y en ocasiones la rapidez a la hora de tomar una decisión puede significar la supervivencia. En la vida cotidiana nos vemos favorecidos si empleamos pocos pasos y poco tiempo para deducir o resolver algún problema (una excepción a este razonamiento es el ejército, en el que si se te encuentra ocioso te mandan más trabajo, resultando entonces bastante contraproducente trabajar rápidamente).

Nuestro cerebro procura emplear la mínima cantidad de energía posible, así pues a veces no vemos todas las cosas que podríamos ver porque exigen un gasto "extra" de energía. Lo obvio es lo más sencillo de ver porque requiere menos esfuerzo por nuestra parte: ante una hoja de papel cuadriculado es más fácil ver una malla sobre fondo blanco que ver un conjunto de cuadros blancos.

Una posibilidad es más fácil de creer si exige pensar menos pero no por ello puede ser más cierta que otra que exija pensar más. Es bueno (y divertido) intentar ver las cosas de otro modo o hacerlas de otra forma.
A veces lo habitual es un convenio sobre cómo hacer (o ver) las cosas en una forma o en un sentido (como por ejemplo llevar hacia atrás la etiqueta del jersey).

Reflexionando sobre ello podríamos hacer un pequeño experimento: probar a emplear las cosas para otro propósito del que han sido diseñadas. Seguramente encontremos que en algunos casos es más difícil, más costoso o más incómodo realizar lo que queremos hacer, como tomar sopa con un tenedor o llevar hacia atrás la bragueta del pantalón. Pero en otros casos aprenderemos una utilidad nueva para la cosa y sabremos realizar lo que queríamos hacer de otro modo.

Esto nos descubre que existen muchas maneras de hacer lo mismo. El experimento mental es todavía más fácil. Es plantearse una suma sencilla como 7+2=9... y luego descubrir que 9 no es igual sólo a 7+2, ya que existen infinitas sumas que dan 9: 1+8, 0+9, 3+6...

Es decir, tenemos muchas formas de llegar a una misma conclusión que no son contrarias entre sí, sino caminos diferentes. Y ocurre entonces, que en los procesos de sentir, de entender y de interpretar, de comprender y de conocer, los seres humanos disponemos de un abanico común de posibles formas de hacerlo y este conjunto de métodos están influenciados y condicionados por nuestra composición biológica y por la información almacenada que poseamos en otros procesos de conocer.

Y ahora viene lo más fascinante: aunque estos métodos sean en principio comunes para todos, cada ser humano tiene su propia, personal y única combinación de métodos para interpretar las cosas.


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