jueves, 28 de abril de 2011

El viaje XIII - El corazón del valor

Osuspiro se retrasó para obligar al astrónomo a continuar camino mientras el resto seguíamos avanzando. Cuando ambos volvían hacia nosotros, los monstruos comenzaron a organizarse. Las arañas pequeñas dejaron de intentar avanzar, mientras que las grandes se situaban en filas. Sus jinetes sacaron grandes arcos de hueso y tensaron sus cuerdas.

La primera andanada de flechas quedó bastante detras nuestra, pero con la segunda los esqueletos corregieron el tiro y las flechas comenzaron a caer a nuestro alrededor. Avanzamos a gatas entre la lluvia de flechas, destrozándonos rodillas y codos mientras rezábamos porque ninguna nos acertase. Hazmat, que lideraba la fila, llegó hasta la entrada del templete. Ya erguido, nos ayudó al resto a pasar a cubierto. Para cuando llegaron Osuspìro y el astrónomo nos habían disparado encima más de siete andanadas. Incluso alguna flecha se había clavado en el grueso petate a la espalda de Rheshef.

La sala que servía de entrada al templo estaba cerrada al exterior excepto por la puerta de entrada. Excessus y yo aún teníamos el arco intacto tras todas las peripecias. Repartimos las flechas que quedaban entre nuestros carcaj y buscamos ángulo de tiro desde el dintel. Dremin, por su parte, había explorado las salas de alrededor para saber desde donde podríamos cubrir mejor la pasarela. El caballero volvía contento, arrastrando un cofre que había encontrado en la sala contigua.

  • ¿Que traéis Dremin? -pregunté, mientras me ajustaba el carcaj a la espalda
  • Un regalo de los dioses maese -dijo, dejando caer el cofre delante nuestra: su interior estaba lleno de espadas de bella factura y brillantes armaduras.
  • ¡Vaya -exclamó Hazmat, que volvía tambaleándose desde la puerta-, esto si ha sido un golpe de suerte!

Y dicho esto, el mago se desplomó sin sentido en el suelo, sangrando profusamente. El Adm y yo nos avalanzamos sobre él. Un par de flechas le habían alcanzado en el costado y el brazo derecho.

Excessus aplicó los propios ungüentos de Hazmat sobre sus heridas, y al menos pudo parar la sangre. Rheshef ayudó a quitarle las flechas y vendar las heridas, y el resto nos repartimos entre la puerta y unas troneras que Dremin encontró en las salas contiguas. El ejército, al ver que nosotros ya estábamos a cubierto, había cesado en los disparos, quedando sólo alerta una guardia de arqueros al pie del puente. Estábamos a salvo por el momento.

Nos equipamos con lo que trajo Dremin, y decidimos pasar la "noche" (en Nederia no existen sol ni luna) en ese mismo lugar. La cena fue bastante frugal, pues no sabíamos cuanto tendríamos que esperar allí y debíamos racionar los alimentos. Tras comer fuimos montando guardia con los arcos de dos en dos, para reaccionar si el ejercito avanzaba.

Durante mi turno de descanso, el mago despertó tosiendo. Tras alcanzarle algo de nuestra mermada agua se incorporó y observó la sala.

  • No es buena situación...
  • Sería peor si nos hubiesemos quedado -respondí-, hicisteis bien en traernos.
  • Lo sé. Aqui nos podemos hacer fuer... – la tos, esta vez acompañada de sangre, interrumpió la frase. Me asusté bastante, la herida debía ser más grave de lo que pensábamos
  • Reclinaos, Hazmat. Guardad fuerzas.

Hazmat volvio a beber otro trao de agua, calmándose un poco la tos. Mientras yo arrojé un vistazo detenido a la sala donde estábamos. Sin ningun abalorio, los contrafuertes de las paredes se unían en una elegante bóveda sobre nosotros. A un lado y otro, guardaban el camino las salas de las troneras, donde ahora montaban guardia Osuspiro y Rheshef.

Detrás nuestra, en la pared contraria a la entrada, un portal custodiaba la parte interna del templete. El dintel de esta puerta era el unico decorado. Tallado como ramas de vid entrelazadas, simulaba sostener en su punto mas alto un cartel donde estaba tallada la palabra "VALOR". Todo me resultaba inquietantemente familiar.

  • Hazmat -pregunté extrañado- ¿alguna vez habíais estado aqui antes?
  • ¿Yo? -el hechicero volvió a intentar incorporarse- Jamás muchacho. Pero, por lo que veo en tu mirada, este sitio lo hemos visto tanto tu como yo.
  • No lo comprendo
  • ¿No conoceréis a Trevas, el escultor?

¡Trevas! Me acordé de su casa, en el Mons Cayvm. y como Dremin y yo tuvimos que salir de allí, perseguidos por los vagabundos. Parecía que habían pasado años desde esa noche. ¿Tenía el artista algo que ver en toda esta locura?

Le conocí en su juventud. Era un aprendiz, obsesionado con las legendarias obras del Adm Bob. Compartimos hogar durante un tiempo en la Bahía del Sol, donde yo buscaba inspiración y el comenzaba sus primeras esculturas.

Y en ese momento recordé. Trevas realizó un trabajo para los Adm de Espaún en las laderas del monte Nibél, cerca de Bahia del Sol. Siempre dijo que nunca le acabó de complacer del todo. Era un pequeño templete, que se podía usar como refugio si la noche sorprendía a los caminantes. Lo llamó "El templo al valor". Ahora me daba cuenta que no era sino una pequeña sombra del templo donde nos encontrábamos

  • Pero...
  • Yo también conocí a Trevas, maese -dijo Hazmat mientras se recostaba-, hace ya meses que abandonó su hogar en Mons Cayvm, atormentado por sus propias musas.
  • No os entiendo
  • Trevas es un gran escultor, sin duda, pero lo que realiza no es producto de su imaginación, Piteas. Desde joven, su mente se alejaba de su cuerpo durante el sueño, cruzando viajera los hilos de plata, y llegaba hasta aquí abajo. Él fue realmente el primer hombre en atisbar Nederia.
  • Y todo lo que el creo ¿esta aquí?
  • Aqui no, exactamente -el mago miró a traves del portón externo- allí fuera, si pudieramos viajar lo suficiente, admiraríamos la Dama fria, el Sol oscuro... todas sus construcciones
  • ¿Y como lo averiguasteis?
  • Trevas cruzó el desierto hasta Poniente hace muchas estaciones. Buscaba algún mago que diera alivio a sus sueños, que estaban cada vez más llenos de lugares retorcidos y oscuros. Tras tentarle con parajes gloriosos, Nederia le comenzaba a mostrar su lado mas siniestro.
  • ¿Él esta bien?
  • Desde luego, Piteas. Le encontré y me ofrecí a ayudarle. Aprendió a dominar de nuevo su alma durante el sueño, sujetándola férrea y guiándola donde el quisiese. En cierta manera, arruiné una inspiración monstruosa, pero le devolví la paz. En pago, él me ayudó a construir un plano de Nederia. Registramos cada isla, cada construcción, cada túnel y cada monstruo que observó.
  • ¿En la biblioteca de Atlantia?
  • No... aquí -Hazmat se señaló la cabeza mientras sonreía.

Me levanté, confuso, intentando recordar. Había algo importante que no alcanzaba a discernir. Algo que sospechaba vital para nuestra situación, pero que se escondía en un rincón de mis recuerdos.

  • Os veo anonadado, Piteas
  • No, no es esto, el caso es que...
  • ¡Alerta! Cruzan el monte quemado -el grito de Reshef cortó mis pensamientos.
  • Descansad Hazmat -respondí rápidamente, mientras corría a la tronera del astrónomo.

Dremin y Excessus se agolpaban detrás de Reshef, peleándose para ver lo que este avistaba con su telescopio. Durante unos momentos estuvimos pendientes de la oscurecida ladera del norte, esperando ver al mosntruoso Griefer cruzándolo, pero Reshef señaló el cielo oscuro.

Contra la espesa mata de nubes se recortaban una miriada de figuras, blanquecinas y abotargadas. El viento arrastraba lamentos inhumanos, disonantes y desesperados como el mugido de las reses en un matadero. Los seres, que paecían ser arrastrados por el aire hacia arriba, comenzaron a descender sobre nosotros torpe y lentamente.

El astrónomo disparó un par de flechas a los mas cercanos. Estos se desinflaron como un odre lleno de aire, cayendo inertes a la lava. Nos miramos incrédulos ante estos nuevos mosntruos, que no parecían revestir ninguna amenaza, hasta que Excessus alertó.

  • ¡Fuera de la tronera!¡Fue... -no llegó a terminar la frase. 

Una explosión de fuego destrozó la pared, y nos arrojó a todos hacia atrás. Sólo dejó tras de si una lluvia de cascotes ardientes. A punto estuve de perder el conocimiento.

Me levanté y vi que el Adm y el astrónomo se llevaron la peor parte, pues estaban delante en el momento de la explosión. A pesar de sus heridas y quemaduras, que aparentaban ser bastante graves, ambos respiraban, por lo que intenté sacarlos de allí.

Dremin se recuperó enseguida y me ayudó a volver a la sala principal con los heridos. Osuspiro había salido mientras tanto hasta la puerta exterior, donde disparaba a los nuevos monstruos. Los seres flotantes vomitaban llamaradas, que el explorador esquivaba como buenamente podía sobre el resbaladizo puente.

Cada vez que una de esas bolas de fuego tocaba la estrecha pasarela, estallaba furiosamente en llamas. Pero a pesar de esto el puente seguía intacto sobre el abismo. Mientras, el ejército de la otra orilla no perdía el tiempo. En un instante reanudaron la lluvia de flechas sobre el explorador que amenazaba con abatirle, si no resbalaba antes cayendo a la lava.

  • Joder con el héroe -se quejó Dremin
Dejó a Excessus junto al hechicero, mientras este se incorporaba asustado

  • ¡Piteas, examinad la heridas por si podeis hacer algo! Yo intentare que no maten al chaval.

El caballero corrió hacia el puente, donde Osuspiro intentaba resistir la nueva andanada de flechas. Hazmat mientras me iba diciendo qué debía hacer. Rasgué las vestiduras y apliqué los ungüentos que aún nos quedaban, pero el mago me confesó que no teníamos mucho con lo que teníamos allí. Sólo nos quedaba algo de linimento, pero necesitábamos equipo de quirurgía.

Y entonces se iluminó el oscuro rincón de mi mente.

  • ¡Es eso Hazmat!
  • Si, es eso maese, el Adm y el astrónomo moriran seguramente.
  • No, no, no. Es lo que Trevas me dijo en su dia del templo. Que no le gustó porque no estaba completo.
  • Ahora soy yo quien no os entiende maese
  • Me dijo que en el corazón del templo tenía que haber un portal, un portal a casa. Nunca lo entendí, pues no tenía sentido... un portal tan cerca de dos ciudades que ya poseían uno. Hasta que vos me lo habéis explicado. No era un capricho del artista, sino que él YA LO HABÍA VISTO EN SUEÑOS.

Hazmat comprendió al vuelo. Me ayudó a tumbar a Reshef y Excessus sobre sendas esterillas. Usándolas como parihuelas, los arrastramos hasta el interior del templo. Me volví a la puerta de entrada y avisé a los compañeros de la retirada.

En aquel momento Osuspiro se aferraba agachado al dintel exterior. Estaba sujetando a Dremin para evitar que cayese al abismo, en mitad de la lluvia de fuego y flechas. El caballero había acudido en ayuda de Osuspiro, pero resbaló apenas puso un pie en la pasarela. Gracias a los dioses, se aferró en el último instante y -mientras gritaba de espanto- quedó colgando del suelo de la entrada.

El mago yo nos adentramos en las salas interiores, seguidos de nuestros compañeros en cuanto Dremin pudo encaramarse. Sin apenas fijarme en detalles, recorrí lo más rápido que pude los pasillos, reconociendo el camino hacia el refugio interior.

Los ecos de los flotantes comenzaron a resonar por los pasillos, recordándonos la inmediatez de nuestros perseguidores. Pero entonces llegamos a una gran puerta doble de alabastro -que sin duda debía ser la inspiracion de las puertas de madera blanca del templo de Nybel.

Hazmat y yo empujamos triunfantes las puertas de la sala, para descubrir una cálida estancia de alabastro y madreperla, iluminada por dorados pebeteros. En la mitad, se levantaba un bello arco de obsidiana, pero este estaba limpio y vacío: no habia portal alguno.

Nos detuvimos un instante, incrédulos. Me sentí desfallecer y con ganas de llorar. Había acariciado una esperanza con los dedos y ahora sólo me quedaba la cruel realidad. Sin embargo Hazmat reaccionó pronto, arrastró a Reshef hasta el estrado y me indicó que hiciese lo mismo con Excessus. Mientras le seguía observé que las vendas del mago estaban encharcadas en sangre: sus heridas se habían abierto.

  • Hazmat, quedaos con ellos.
  • Piteas -me cortó decidido-, si he de morir, prefiero morir de pie y luchando. Ayudadme a ceñir una de las armaduras, por favor.

Mientras el mago se colocaba una de las cotas, Osuspiro y Dremin entraron atropelladamente en la sala.

  • Ya vienen -comentó jadeante Dremin -las explosiones a su espalda ratificaban sus palabras.
  • Las paredes interiores son gruesas, han resistido más de una llamarada de esos seres -dijo Osuspiro, mientras ayudaba a Dremin a cerrar las puertas de alabastro-. Creo que si nos colocamos a ambos lados de la puerta tendremos algo de parapeto.

Siguiendo el consejo, cada pareja nos colocamos a un lado de la puerta. Dremin y yo en una, Osuspiro y Hazmat en la otra. Dado que los dos ultimos arcos habían quedado destrozados, desenvainamos las espadas que Dremin había conseguido.

Entreabrimos las hojas de la puerta. Nuestra esperanza era que los seres bajasen a la abertura del dintel, en lugar de simplemente volar la puerta, y pudiéramos caer sobre ellos en cuerpo a cuerpo.

Mientras los flotantes se acercaban, oí a Dremin canturrear una oración por su alma. Fui consciente entonces que, aunque todo saliera bien, no hacíamos sino retrasar lo inevitable. Era el final.

  • Siento haberos arrastrado a esto, Dremin -le dije en un hilo de voz, sin atreverme a mirarle a los ojos.
  • ¿Bromeais? -dijo sorprendido-, Serveria entera esta siendo masacrada a traición maese. Gracias a vos he podido plantar cara y luchar. Con que hayamos retrasado unos días la caida, habrá valido la pena.
  • Desde luego tuve suerte de encontraros en  Drakenden -me volví hacia el  caballero-. Ha sido un honor, Sir Dremin
  • Lo mismo digo Maese Piteas -dijo, poniéndome la mano en el hombro-. Ahora, vendamos caras nuestras vidas.

2 comentarios:

  1. ahhhh, jo, quiero el final!! Menudo momento para cortar la historia no? :P

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  2. ¡A-ha-ha!

    ¡Funciono mi intento de "Jangcliff"!

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