viernes, 8 de mayo de 2015

Ejercicios de Narrativa Subi-du-du-a. Palabra interior

¡Buenos días a todo el mundo!

Hoy ostra higo mi cuarto ejercicio: la palabra interior. Tras un nombre que sugiere libros de autoayuda misticoides se esconden todas las formas de monólogo de los personajes: el soliloquio, el diálogo interior y el fljo de pensamiento. ¿A que parece que se algo? Pues no. No se una mierda. Sólo lo he leido en un libro, pero me parece importante decíroslo antes que leais mi ejercicio y podais juzgarlo.

El de esta semana ha sido un ejercicio sencillo y corto, aunque me ha costado meterme lo suficiente en el protagonista para poder escribirlo desde su punto de vista (y que este me resultara algo interesante).

¡Ya comentareis que os parece!

PALABRA INTERIOR

1. Escribir entre 20 y 40 líneas el siguiente monólogo interior: "Dirigiéndose imaginariamente a su marido muerto, la viuda, mujer convencional y estrecha de miras, le reprocha que nunca le hiciera una declaración de amor como Dios manda".


Cariño, eres un imbécil. ERAS un imbécil. Y de los gordos. Y lo que más me molesta es que nunca entendiste el por qué. Creo que te fuiste a la tumba pensando que yo no estaba de acuerdo con lo que hacías.

Si te soy sincera, nunca entendí nada de todos aquellos inventos, de aquellos planes en el taller... ¡pero tonta no soy! ¿Crees que no me daba cuenta de lo importante que eras cuando venían a casa todos aquellos del ejército? ¿De verdad pensaste que no estaba orgullosa?

No, cariño mío. Mi imbécil. No es eso lo que me hacía torcer el morro. El problema era que nos veías a todos como a tus condenadas maquinas. A veces creo que pensabas que dentro de nuestras cabezas había engranajes y tubos de vacío, que todos respondíamos a tu hermosa lógica que ninguno entendíamos.

¿Y sabes cuál es la espinita? La servilleta. Me hizo ilusión, desde luego. ¿Acaso la habría guardado cincuenta años si no? Pero una joven sureña, la noche que le piden matrimonio, espera flores, vino, poemas tras la cena, una luna en el cielo claro y un anillo en una caja. Pero claro, tu no podías hacer eso.

Tú me dibujaste nuestro futuro en la puñetera servilleta. Me dibujaste la casa donde acabamos viviendo, los niños que nunca tuvimos, los regalos que me acabaste construyendo y las maravillas que traerias a nuestra vida.

Recuerdo que me dejaste sin palabras y que aprovechaste para robarme un beso. Luego, cuando lo contabas a nuestras amistades ¡sonaba tan romántico!. ¿Cómo les iba a decir entonces que lo que realmente queria era romperte esa servilleta en la cara? Con el tiempo cumpliste casi todo lo prometido, ¡llenaste mi vida!, pero en ese momento te habría perseguido a bofetadas por todo el jardín.

Y luego aprendí a quererte. Acabé apreciando que no supieras entender del todo al resto, ¡eso te hacía tan inocente!. Me acostumbré a que me confundieras con tus máquinas y a que me hablaras durante horas de asuntos que nunca entendía.


Pero ahora, que ya no estás, la única duda que me corroe es si tú aprendiste a quererme. Si alguna te arrepentiste de no habérmelo pedido de otra manera, aunque fuera un poquito. Espero que sí, que en algún momento te dieras cuenta de que yo, aparte de vapor y gloria, también quería poemas y cenas románticas y ramos de rosas.

De verdad cariño, espero que al final te dieras cuenta, porque si no me sentiría un poco idiota trayéndote flores a la tumba.
EJEMPLO PARA COMPARAR: Miguel Delibes. Cinco horas con Mario. Capítulo XI.
Opinión: Me parece que el texto de Delibes no sigue muy al pie de la letra lo pedido en el ejercicio, pero mola igualmente. Se centra en el tema y expresa mucho de la percepción del personaje, aunque sin dar demasiados vistazos a su vida. Quizas me ha parecido un poco "soso" en comparación a lo que suelo leer. En definifiva: no veo mi texto tan por detrás como en otros casos. ¿Eso es que mejoro o que voy perdiendo perspectiva? Seguramente lo segundo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Contribuye a que siga teniendo ganas de postear... ¡comenta!