Hoy os traigo amor y mi tercer ejercicio de narrativa. Este en particular me ha ayudado por dos puntos importantes: el ejercicio propiamente dicho y la ruptura de bloqueos.
He tardado varis días en poder sacar el ejercicio y me he sorprendido a mi mismo evitando ponerme a escribir. Las pocas veces que lo hacía me quedaba un buen rato divagando sin llegar a hacer nada. Un bloqueo, vamos.
Nadie se bloquea a si mismo porque sí. El bloqueo suele surgir del miedo a no hacer algo bueno, de no crear nada en condiciones, de perder el tiempo en algo que no merece la pena. ¿Como se rompe un bloqueo? Escribiendo, no queda otra. Forzándote a escribir aunque sea mierda pura lo que salga., hasta que recuperes el ritmo de la historia.
Y así pude sacar el ejercicio. ¿Será decente o será mierda pura? Decidid vosotros mismos:
PERSONAJES RETRATADOS POR SUS ACTOS
1. Imaginar como se compora un señor como de cuarenta años, saludable y mofletudo. Este vivía en un pueblo de los inmediatos a Zaragoza (sic), de donde nunca había salido sino a la capital de su provincia hasta que, con ocasión de ciertos negocios propios del Ayuntamiento de que formaba parte, había estado últimamente en la corte como cosa de un mes.
Se encuentra en el tren de regreso a su tierra, en un un compartimento en el que viajan también un turista ingles y dos señoras. su comportamiento le retrata como un hombre insignificante, expansivo y que pretende ser chistoso.
Tras media hora mareando al revisor, Tomás por fin llegó a su vagón (que estaba donde el revisor le había dicho desde el primer momento). Casi sin mirarlos, saludó a los presentes con un sonoro “buenos días” y pasó los siguientes quince minutos colocando todo su equipaje –maleta de cartón, cesta y nosecuantas bolsas de regalos- en el portaequipajes.
El pobre hombre que había de sentarse a su lado, un turista ingles que intentaba leer infructuosamente el periódico, a punto estuvo de ser aplastado por los bultos cuando el caos de equipaje se cayó en un par de ocasiones. Al final, el propio inglés acabó ayudando a Tomas atando las bolsas para poder volver a su tranquila lectura cuanto antes.
Al acabar, Tomás rio ufano y, con los brazos en jarras, se presentó en condiciones a sus compañeros de vagón: el infeliz inglés y un par de damas que habían presenciado atónitas el extraño número circense con las maletas. Finalmente, se dejó caer en su asiendo y la tranquilidad volvió al compartimento.
Pero la tranquilidad no parecía ir con el hombrecillo. No habían transcurrido ni cinco minutos de silencio cuando comenzó a preguntar a las damas si habían subido en Madrid, como él, y qué les había parecido la villa y corte.
Las damas procuraron ser escuetas y comedidas para zanjar pronto la conversación. Craso error: ante el silencio de las damas Tomás comenzó un gran monólogo sobre lo impresionante que le habían parecido los jardines, calles, plazas y palacios; lo salpicaba todo de pequeñas anécdotas y chascarrillos con las gentes de Madrid, todos tan extraños que no se distinguían si eran exageraciones o chistes mal contados.
Cuando por fin pareció habérsele acabado la saliva, quiso fijarse en el periódico del inglés –en perfecto idioma británico- y comenzó a leer, extrañado y a media voz, los titulares. Tras un rato mirando pensativo al caballero, al fin le preguntó (en el mismo tono acelerado en el que lo decía todo) si era inglés, qué le había traído hasta España, qué le estaba pareciendo su viaje y si había pensado en pasar por Zaragoza. El inglés le miró aturdido.
A punto estuvo Tomás de repetirlo todo de nuevo cuando una de las damas le señaló que el caballero no hablaba muy bien el idioma, aconsejándole hablar un poco más lento. El hombrecillo asintió sonriente y le espetó de nuevo al inglés toda la retahíla, más rápida que antes si cabe, pero en un tono tan alto que atronó el vagón e hizo que el revisor pasase a llamarle la atención.
Tras deshacerse en disculpas, el hombre quiso resarcirse con sus compañeros y, aun a riesgo de desmoronar el equipaje sepultando al inglés, sacó un porrón de la cesta e invitó a beber a sus compañeros, sin aceptar una negativa por respuesta. Según les dijo, eran los primeros en probar las mistelas que su pueblo iba a exportar a la capital al siguiente año: “si todas las negociaciones iban bien, claro -matizó-, que con estos señoritos de la corte nunca se sabe”.
EJEMPLO PARA COMPARAR: Gustavo Adolfo Bécquer. Cartas desde mi celda. Capítulo I.Opinión: Fíjate que no he acabado a disgusto con el resultado. Evidentemente, Bécquer es Bécquer y el extracto esta muy bien, pero el estilo que usa no me acaba de convencer: lo narra como testigo en primera persona, con un vocabulario exquisito y con bastante acritud para el sujeto.
Mi estilo sigue siendo algo atropellado y mi narración ha sido desde una tercera persona omniscente (me he ido a lo fácil), pero creo que los he aprovechado para una escena más propia de Paco Martinez Soria que de Bécquer. Me gusta.
¿Y a vosotros?
A mi me ha gustado mucho, y si, recuerda muy fuerte al gran Paco Martinez Soria. Rascaria más hondo, pero no le veo ningún fallo digno de mención ^^
ResponderEliminarSalvando los fallos de ortografía, que es una gilipollez sobre la cual ni me voy a parar, me ha parecido que el escrito refleja justo lo que se espera.
ResponderEliminarAunque corto, define bien a los personajes y creas una atmósfera costumbrista adecuada, en que los personajes actúan como se supone que deberían y, en general, no veo fallos que sea preciso mencionar. De hecho me parece digno de mención el choque de culturas que se presenta. La situación se antoja divertida a raíz de ello y, en general, el fragmento resulta entretenido de leer y no se hace pesado en ningún momento.
En pocas palabras, me gusta y no veo fallos dignos de mencionar, como dice aquí nuestro amigo Wargo. Bien hecho.
Ha sido como leer una película de Paco Maritnez Soria, muy bien escrito y entretenido. Y los personajes quedan muy claramente retratados y bien puestos. Me gusta :)
ResponderEliminarBravo, amigo.