lunes, 22 de junio de 2009

Almunian 2 (I y II)

Cantar I, del sueño de la princesa

Habían ya pasado algunos meses desde que mi señor le devolvió el poder al rey Vino cuando llegaron ha delicias unos heraldos reales buscándole. Estos solicitaban su pronta presencia en el palacio pues Wilfrey, ahora mago real, necesitaba su ayuda.

Almunian no se lo pensó dos veces, se calzó sus chirucas
[1] y partió con los mensajeros de nuevo a Sergia, al mismísimo palacio real. Por el camino, los mensajeros pudieron explicarle a Almunian que la princesa Ajai aquejaba un nuevo y extraño mal, pues a la vuelta de su viaje se había encontrado cada vez mas apagada hasta el punto de pasar largas temporadas languideciendo en la soledad de sus aposentos. De esta manera, marchó hacía unas semanas a su alcoba para poder descansar, y quedó dormida en un profundo e irrompible sueño que duraba hasta ese dia.

Mi señor, preocupado, se preguntaba qué podía hacer él, pues esto era trabajo de sabios y no de guerreros como él. Por lo que contaron los guardias Almunian supoque todos los sabios del palacio habían intentado ya todo tipo de remedios para poder interrumpir el letargo de Ajai: desde brebajes de alquimista hasta complicados rituales con besos, ranas y guisantes, mas todos sin resultado. Incluso los Gilis, en un intento de reconciliarse con la corona, habían enviado a su mejor bardo y bailarín de oraciones: Norberto Chupilapolla
[2].

Y así pudo comprobarlo nuestro héroe cuando llegaron al dia siguiente a Sergia: Los rostros de los cortesanos reflejaban preocupación y los sabios intentaban dilucidar una solución a pesar del incesante canto que el bardo Norberto entonaba
[3] en el balcón de los aposentos. Junto a ellos estaba Wilfrey, cuyo color verde se notaba incluso algo pálido. Durante el dia que llegó Almunian, tambien vinieron a palacio el resto de sus amigos: Glausus y Bronk, que habían sido igualmente llamados.

Esa noche, durante la opípara, pero triste cena, Wilfrey les explicó que les había hecho llamar para que le ayudasen a encontrar a los cuatros grandes sabios de las fronteras del reino, pues ningun mago, alquimista, sabio o consejero era capaz de curar a la princesa. Tampoco nadie del consejo, a excepción del jovit, había salido nunca de aventuras, por lo que Wilfrey fue designado de inmediato como portavoz ante los distantes heremitas. De esta manera, el grupo partió al dia siguiente, en veloces corceles, hacia las fronteras del reino.

Primero viajaron hasta pasadas las lomas de Munro, sorteando las escasas avanzadas de ogros de esas tierras, para hablar con el Mago del poder poderoso. Más encontraron su torre vacía y en ruinas y decidieron no quedarse mucho tiempo, pues se decía que el mago trataba con demonios y no deseaban quedarse a averiguar que eran los gritos inhumanos que dos noches antes el viento arrastraba. Luego visitaron al legendario Julian-Bombadil, sabio del salvaje y peligroso Bosque Negro. Este jamás había oído hablar del mal de Ajai, pese a que era ducho en maldiciones y rimas con las Antiguas Palabras, y de nuevo marcharon apesadumbrados. Siguieron al oeste y en Quebase compraron un velero, con el que llegaron hastalos tupidos bosques de Gekos de la abrupta isla del Druida Manuel. Allí el druida les recibió y les conto todo lo que conocía sobre hierbas, hongos y bebedizos, mas ninguno era el que necesitaban.

Por ultimo el grupo llegó hastala misma Suecia, atracando en la Bahia de Escania. Allí pudieron hablar con Holsowski, El Que Escucha Los Vientos, mas ninguno había arrastrado hasta el la respuesta que tanto anhelaban nuestros amigos. Para cuando volvieron a Puerto de Soñia se encontraban tristes y desanimados, pensando que nunca encontrarían la solución. A pesar de que esta les hiba a encontrar a ellos de una peculiar manera



Cantar II, de la turba y el bibliotecario

Llegaron nuestros amigos tristes a Sergia, dos semanas despues de su partida, más no pudieron pasar de la plaza principal del pueblo porque una turba la ocupaba. Las gentes, con horcas y antorchas en la mano, rodeaban el castillo real, sometiéndolo a una constante lluvia de piedras y fruta podrida. Almunian y sus compañeros, que eran poderosos pero poco podrían hacer contra una turba tan encolerizada, preguntaron a los ancianos del lugar qué había pasado en su ausencia.

Y resultó que los grandes bardos Gilis, atraidos por la presencia del más grande de los suyos, habían acudido en masa a la ciudad, propagando por ella el cántico de Norberto durante dia y noche sin dejar dormir a personas ni animales. Tal y tan profundo fue el descontento que, cuando aparecieron los musicos de tubas gilis, el pueblo se hecho iracundo a la calle, asediando el mismo palacio durante dias. Y ningun guardia pudo pararles, pues precisamente parte de estos habían sido algunos de los instigadores.

Con mucha paciencia y buen carisma fueron intentando despejar la plaza, haciendo mucho la promesa de Glausus de llevarse a los Gilis lejos de la ciudad. Asi, poco a poco, la muchedumbre se fue dispersando, llegándose a encontrar nuestros amigos mas de uno y mas de dos gilis pisoteados por la turba. Más Glausus se percató de que un joven, que había estado antes que ellos intentando calmar a las gentes sin conseguirlo, se alejaba con aire mas apesadumbrado que enojado, y asi se lo planteó al sacerdote Gili que curaba a sus hermanos heridos.

- ¿Ese? Es un sacrílego bibliotecario del Reino del Asqueroso rey Corck que llegó la noche siguiente a vuestra marcha. Sostenía la absurda idea de que lo quele pasaba a la princesa no era pago por sus pecados, como nosotros señalamos, sino algún tipo de hechizo oscuro o algo por el estilo. Yo mismo lo despache diciendo que el Rey Vino sabía arreglárselas con sus sabios Gilis y que más le valía ponerse a trabajar en algo quele diese para vivir.

Más el sacerdote no pudo seguir hablando, pues no le era posible con el puño de Bronk Malaost en la boca, como os podeis imaginar. Almunian entonces saltó escaleras abajo intentando encontrar al bibliotecario antes de que abandonara Sergia, cosa que consiguió a la altura de la plaza vieja. Allí le convenció para volver al palacio, presentarse y ayudarles con el serio problema.

De esta forma volvió al palacio mi señor con Tattûm, pues asi se presentó el joven. Una vez acomodados en la cámara donde dormía la princesa y expulsados los Gilis a su palacio, escoltados para su protección y segura llegada, Tattûm empezó a hablar.



[1] Esta expresión es muy habitual en la (poca) narrativa almuniense. Algunos entendidos alegan que se refiere a la preparacion parca del equipaje y la rápida marcha, aunque más de un sabio Almuniense admite que, sencillamente, se refiere a que quien sea se pone el calzado y se va. Sin más.

[2] Gran leyenda Gili que consiguió su máximo logro bailando la oración "Los Dioses te salven Paloma" frente al mismísimo santísimo.

[3] En el texto original no aparecen mas referencias al cántico que ésta. Más en la Nueva Biblioteca Gili aparecen extractos de la "Gloriosa oda a la princesa que se parece a una fresa" que el mismo Norberto compuso y de los cuales reproduzco la primera estrofa:

"La princesa esta triste/
¿Que le pasa a la princesa?/
Sus suspiros se escapan por su boca de fresa/
La princesa esta triste/
¿Que le pasa a la princesa?/
Su tez palidece como la de una fresa/
La princesa esta triste/
¿Que le pasa a la princesa?/
Sus párpados se cierran como hojas de fresa".

Continúa por el estilo durante 50 estrofas más. No es de extrañar que los unicos efectos que tuvo este canto en palacio fueron los dolores de cabeza de los que estaban a su alrededor y un futuro odio patológico a las fresas.

1 comentario:

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