martes, 30 de junio de 2009

Almunian 2 (IV y V)

Cantar IV, de la visión

  • Os equivocais, - dijo entonces mi señor, que hasta este punto había estado callado mirando por la ventana - si que tenemos una solución, y es bastante sencilla.
Todos se volvieron extrañados hacia Almunian, que se debatía por solidificar la idea que acababa de asaltar su mente.

  • Puede que no sepa nada de magia, pero en el lejano poniente aprendí que esta siempre puede ganar al mas experimentado guerrero. Contra el encantamiento nada puedo hacer.
  • ¿Entonces? - Pregunto Glausus - ¿Donde esta la solucion?
  • En que si bien a los hechizos no les puedo hacer nada, sí al que los lanza. Y sin mago no hay magia ¿no?.
Todos estuvieron de acuerdo en que el razonamiento, si bien era simple, era tambien tan obvio que se les había pasado por alto. Pero ¿Como encontrar al mago que hechizaba a la princesa?

  • Para tener poder sobre alguien, necesitar "tenerle" ante ti, - dijo wilfrey - por eso algunos brujos usan muñecos con pelos del hechizado o prendas del mismo. Eso les hace "estar conectados".
  • ¿Y? - Preguntó Almunian
  • Quizas si sigo esa conexion al revés, desde la princesa, pueda encontrar donde se esconde el brujo. Es peligroso, pero lo puedo intentar.
Decidido Wilfrey a ayudar a encontrar al hechicero pidió ayuda a los guardas y a la suma sacerdotisa del templo a la sabiduría, Peath, que en tiempos fué su maestra. Con ellos preparó la sala para el complicado y peligroso ritual: colocando braseros, prendiendo exóticas maderas de lejanas tierras, formando runas secretas en el suelo con polvo de oro y hechándo de la habitación a los Gilis histéricos que aducían que todo aquello no eran más que brujerías para matar a la princesa.

Tras esto Wilfrey y Peath se concentraron en la princesa, intentando adivinar las hebras de magia que la manejaban cual marioneta y siguiéndolas a su origen; asi su espíritu sobrevoló el cielo en el que rompía el alba, cruzando pueblos, lomas y bosques. Pronto tuvieron la visión de levitar en un lugar extraño en el bosquecillo del sur, rodeádos de ciclópeas ruinas mohosas y con siniestras formas moviéndose ocultas entre las sombras. Entre todo esto, una pequeña brasa humeaba con un aliento negro y espeso. Tras este yacía un hombre de purpúrea piel, con lacio pelo negruzco y facciones aborgatadas, susurrando palabras extrañas en poiano, de las que Wilfrey tan sólo llego a entender:

"Desde las montañas de Sardia
una maldición se alza
un antiguo guerrero
de la roca nacido"

Tras esto, el brujo abrió sus ojos completamente negros y atisbo a su alrededor, distinguiéndo a los dos invisibles magos. Peath y Wilfrey se apresuraron a volver a sus cuerpos, esperando lo peor por parte del malvado sacerdote. Más lo unico que alcanzaron a sentir fue su macrabra risa arrastrada por el aire de la mañana.

Para cuando volvieron en si, los magos estaban pálidos y con altas fiebres, tal es el coste de la Alta Mágia. Tomáronles entonces los curanderos reales, que les aplicaron ungüentos y pociones mientras Wilfrey y Peath relataban lo que habían visto. Esto llenó de pavor al resto de aventureros, pues de sobra es conocido que el bosquecillo del sur nunca es hollado mas allá de sus lindes, pues su corazón alberga las malditas ruinas de Poia. Para cuando los magos fueron llevados a otra habitación, mas acorde con los cuidados que necesitaban, nuestros amigos, a excepción de Wilfrey, se organizaron para las importantes tareas que debían llevar a cabo.

Almunian y Glausus se dirigirían al bosquecillo para encontrar la senda perdida que les llevaría a la oscura ciudad. Mientras Bronk y Tulinor, el prometido de Ajai y heredero, marcharían de ciudad en ciudad, dando la voz de alarma y organizando a las gentes para la llegada del siniestro avatar y sus hordas de destrucción. Este tras la visión, ya había cobrado nombre: El coloso de Sardia.

Por su cuenta y a la vez, Tattûm volvaría escoltado al norte, con una carta personal al Buen Rey solicitando la ayuda que le fuera posible prestar.

Cantar V, del levantamiento y la entrada al bosque


Más en el palacio del rey Vino habían en esos dias dos paladines que, informados de la difícil empresa de mi señor, decidieron acompañarle para poder ayudarle en lo que fuera posible: Chocolion Tur y Tatto Deleste. Junto a ellos prepàraron la marcha y, guiados por los mapas que Tattûm había transcrito, emprendieron viaje al bosquecillo.

Por otro lado Tulinor y Bronk partieron, el uno a Delicias y Cantalarrana, donde numerosos hombres fueron avisado y armados, y el otro al Palacio del Santo Santísimo, donde se estaban celebrando esos dias grandes fastos porque uno de los Pichin's personales del Santo Santísimo le había hecho un dibujo. Allí tuvo Bronk bastantes problemas pues aunque el Santo Santísimo comprendía su situación, sus hombres no podían llevar armas si no eran soldados por su religión. Más como quisiera que además los festejos habían sido declarados "semana rosa" tampoco estos podían llevar otra cosa que no fuera porras de caramelo. Por ello Bronk tuvo que armar a los Xenos
[1] y los campesinos de los alrededores, colocándolos de guardia por todo el palacio, con el permiso del Santísimo.

Mientras tanto mi señor y sus acompañantes hacía ya dos dias que habían salido, y que bordeaban las lindes del bosque intentando encontrar la calzada perdida en la maraña de arboles que impedían una y otra vez el paso cada vez que se avanzaba hacia el interior. Al final, tras una jornada de intenso buscar, Tatto Deleste logró divisar un pequeño sendero que se adentraba en la oscuridad de la agreste floresta.

Siguiendo el precario camino, entre estrechos pasillos de arboles cuyas ramas enmarañaban y ocultaban el cielo, avanzaron durante horas hasta que calcularon que las noche se les debía haber hechado encima, pues tal era la forma en que estaba privados de luz. Acamparon entonces en la zona mas amplia que encontraron y encendieron una pequeña hogera para calentarse. fue entonces cuando, desde el corazón del bosque, un profundo e interminable gemido estremeció a nuestros héroes, junto a un viento venido de ninguna parte que apagó la débil flama, dejandoles a oscuras mientras el gemido se acercaba.

Llevados por el miedo que el lugar les producía, se avalanzaron sobre las armas para enfrentarse con lo que quiera que avanzaba hacia ellos, más apenas consiguió mi señor asir su espada cuando el grito les alcanzó, penetrando en sus oidos y abatiéndoles. Quedaron los cuatro tumbados en el suelo, mientras esa cosa a la que tan solo podían oír pululaba por encima de ellos, destrozándoles sus cabezas, y sus almas, con aquel aullido infernal.

Cuando ya pensaban que la muerte les estaba cercana, y notaron como la sangre les corria desde los oidos y la boca, el chillido comenzó a cambiar, apagándose su estridencia a la par que una fría, débil y desagradable luz mortecina se mostraba en el camino que nuestros amigos habían seguido parta penetrar en aquel lugar maldito. - "Como la luz de los muertos
[2]" - Pensó mi señor en medio de su dolor.

  • Aléjate, demoño - Dijo la profunda voz detrás de la iluminaria - Hoy ya no les harás mas daño.
Mi señor se recompuso y pudo levantarse, a duras penas sosteniendo la espada. entre el sudor y la sangre que le resbalaban por la cara apenas pudo distiguir una figura desgarbada, vestida con una roida túnica púrpura, y que parecía sostener aquella desapacible luz en la mano. Más el miedo volvio cuando, superado el mareo y limpios los ojos, pudo distinguir entre la capucha de la pútrida capa una cara descompuesta y quemada.

  • ¿Que eres espíritu?¿Un muerto vengativo, un demonio del exterior? - Amenazo Almunian.
  • Bajad el arma Almunian, príncipe de L'Almunia - Dijo el siniestro visitante - Mi nombre es Zom, y os vengo a ayudar.

[1]Los Xenos son No-gilis que viven con los Gilis en palacio, normalmente mercaderes o maestros artesanos de bienes que los Gilis necesitan, pero fabricarlos consideran pecado.

[2]Para los legos, "La luz de los muertos" es aquella que ilumina las antiguas tumbas de tierra en nuestros cementerios.

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