- Es un suicidio, un maldito suicidio – dijo Dremin, más para él que para mí, tras apurar la jarra de cerveza.
Mientras, yo intentaba poner mi mejor cara de poker. Lo que le estaba pidiendo ya era de por si bastante osado, como para encima hacerle pensar que estaba desesperado. Pero el caso es que, con todo lo que había pasado, lo estaba.
Hacía tres semanas había estado en la lejana ciudad de Norsk, negociando con su alcalde Skylanden. Atravesaban una difícil situación: una enfermedad había acabado con todas sus plantaciones, y algún maldito griefer habia robado las pocas reservas de trigo que aquella poseían. Les quedaría grano como para un mes escaso.
El trato que Skylanden me ofreció era justo: yo le llevaba grano de Valinor a cambio de todo un cargamento de plumas de ganso norteñas. No tarde en aceptar, y volví a mi ciudad para preparar todo el envío; una vez estuviese listo, viajaría hasta Norsk en apenas un latido – gracias a los portales – y habría cerrado mi primer gran negocio.
Pero entonces ocurrió el incidente.
Una mañana, sin previo aviso, los portales dejaron de funcionar. Al comienzo pensamos que serían obras de mejora, que a las dos horas volverían a estar operativos, pero esa noche los portales seguían mudos y nosotros cada vez mas preocupados.
Enviamos emisarios a las ciudadelas de Drakenden y Sosaria, que no tenian ninguna noticia del evento, y nos aseguramos que las rutas con ellas quedaban limpias e iluminadas: ahora el sur estaba solo, y los sureños debíamos estar unidos.
Fueron pasando los días y seguíamos aislados. Drakenden, por el que apenas pasaban viajeros por no tener portal, cobró de nuevo la lógica importancia de estar en plena ruta del sur. Todos esperábamos que apareciese una caravana desde Aleria o Shai-Hulud para contarnos buenas nuevas, pero lo único que llego fue un mercante de Sosaria, bastante asustado.
Había salido hacia Shai-Hulud el mismo día del incidente. sin saber nada de él; pero a los dos días, cuando apenas había llegado a las tierras de Lodakia, su caravana fue asaltada por toda una legión de creepers. Hubo de abandonar a sus camellos, y refugiarse en las montañas, hasta que por fin tuvo libre el camino de vuelta. Nos contó historias espeluznantes sobre legiones de muertos al caer el sol, y jinetes de arañas que vigilaban los pasos al sur.
Mientras tanto, el tiempo para Norsk se iba agotando.
Cuando ya habían pasado dos semanas tomé la determinación de intentar el viaje directamente. Calculé el precio que grabaría, por los riesgos y la guardia que tendría que contratar y, tras trazar en mi mapa la ruta a seguir, me planté en Norsk buscando escoltas.
Ofrecí una pequeña suma de salida, toda la manutención durante el camino, y una prima al llegar a Norsk. Asmisimo fui claro con la ruta a tomar: ya que la ruta del sur parecía estar cortada en Lodakia, tomaríamos un camino directo por el este. Con la nueva ruta podríamos refugiarnos en el Macizo de la Brecha si alguien o algo nos asaltaba, pero nos condenábamos a no pasar por ninguna ciudad hasta Canelia, en Azafrania.
Como ya os podreis imaginar, ningun aventurero se decidió a acompañarme. Todos los hombres de armas encontraban mucho mas provechoso sumarse a la nueva guardia fronteriza de Drakenden –más ocupada que nunca con los creepers– que apuntarse a mi expedición, aun cuando subí la ofertaa otra mucho mas cuantiosa.
Y en esas me encontraba cuando, un caballero llamado Sir Dremin, un pionero de Norsk que había quedado atrapado en Valinor tras el incidente, se interesó por la expedición. Su familia procedía del mar interior, por lo que desviándonos un poco a mitad de camino podía incluso dar hospedaje en sus tierras. Lo que ya no le hizo tanta gracia fue que, tan osada expedición, la compusiesen tan solo un comerciante y él.
Comprendereis que, en esa fria noche, yo estaba convencido de estar ante el único hombre que me podía ayudar a hacer aquel trabajo.
Y sí, estaba desesperado.
- Os agradezco vuestra opinión, sir Dremin, pero ya me he encargado de calcular los riesgos del viaje. - Le respondí, secamente, tras un breve silencio.
- No os lo toméis a mal, maese Piteas. Sencillamente pienso que adentrarnos en las tierras salvajes del este, cuando incluso las rutas seguras están llenas de creepers, es más que osado.
- Bueno, sir Dremin, aún en ese caso ha sido un placer hablar con usted, gracias por su tiempo. - Me levanté, ocultando la decepción de mi rostro.
- No os preocupéis, maese, ya me dareis las gracias cuando lleguemos. Mañana al alba comenzamos ¿No? - Objetó, mientras se levantaba de la mesa, dejando las monedas para las cervezas.
- ¿Como decís? - Me quedé petrificado con cara de idiota, mientras el posadero me apartaba a un lado para poder recoger la mesa.
- Que mañana comenzamos; al alba, como me habéis dicho. ¡Contais con mi espada! - Lord Dremin me hizo un gesto con la cabeza mientras se alejaba a sus aposentos en la parte superior de la taberna.
- Eh... si, claro.
Al salir de la taberna respiré el frio aire de la noche; mientras, en las murallas, se daba el cambio de guardia bajo una niebla que caia como fina lluvia. Disfruté todo lo que pude de mi breve paseo hasta el hostal. Las luces de las antorchas, la poca gente con la que me cruzaba... era la ultima noche en los próximos dias que iba a pasar seguro, entre los muros de la civilización.
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