martes, 27 de abril de 2010

Pues a mi me gusta...

Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla.
"Confucio"


Mientras preparaba la cena para unos amigos, les oí en plena discusión acerca de una saga de libros. Comenzaron hablando sobre autores que habían muerto, dejando sus obras inacabadas, y entre estos salió de repente el nombre de "Robert Jordan" y su "Rueda del tiempo". Las opiniones no se hicieron esperar. En seguida uno comentó sentenciosamente "Buffff, esa saga es bastante mala, es muy predecible: prácticamente desde el principio sabes como va a acabar"

Adrián, el amigo que había comentado la obra, replicó enérgicamente a favor de la misma. Reclamó que, aunque te puedas imaginar lo que va ocurrir mas adelante, eso no hacía a la novela "fea" o "aburrida"; a menos que el único placer que encuentres en leer sea intentar adelantarte al escritor, claro está. Esta conversación se asoció en mi cabeza con un interesante artículo del blog "Enrique Lage" que había leido unos días antes.

El post en concreto era "Errores de Juicio sobre Caprica", y el autor lo aprovechaba para hablar de un problema que se extiende a toda la ciencia ficción. Varios críticos habían alabado la seríe poniendo como único valor reseñable su "acercamiento a la realidad". Aqui Enrique les atacaba, defendiendo que esa necesidad de evitar los elementos evasivos era más un sentimiento de inferioridad que un signo de calidad.

Reclamaba que las historias mas interesantes, si bien partían de hipótesis científicas o ideas sólidas, desarrollaban alternativas a lo real. Y es gracias a esta "realidad imaginada" con la que, paradójicamente, se ponen de manifiesto muchas de las cosas que definen nuestro mundo. Es ahí donde se percibe la mayor potencialidad de la ciendia ficción, y no en que los mundos que desarrolla sean mas o menos realistas - ahí tenemos, por ejemplo, el "Ubik" de Phillip K Dick o "Solaris" de Stanislav Lem.

Como alegato a favor del género me parece excelente, y os recomiendo vivamente su lectura. Pero creo que a su vez tiene una interpretación más general, que abarca incluso la pequeña discusión que tuvo lugar en mi casa. ¿Cómo valoramos realmente lo que leemos? ¿Somos capáces de disfrutar de una historia o por el contrario nos procuramos la "necia gloria de refutar a los demas"?

Desde luego, se puede estimar la calidad de una obra: podemos comprobar su estilo, su vocabulario, su coherencia... Pero rara vez lo hacemos de esta manera: muchas veces confundimos nuestros propios gustos con criterios de calidad, y valoramos las obras en base a como se acercan a estos. Retomando así la discusión del comienzo a modo de ejemplo... ¿Acaso una obra con trama predecible es necesariamente mala?¿Y si sometemos todo a ese criterio?

¿Tiramos a la basura los manuales de estilo, los diálogos, la poesia Haiku?

¿Nos deshacemos de la novela y el cine negros? ¡En ocasiones sabes quien es el malo desde el comienzo!

¿Por qué volver a ver una pelicula o releer un libro? ¡Ya nos lo sabemos, no queda lugar a la sorpresa!

¿Que sentido tienen las adaptaciones, o las obras-homenaje? Ninguno si solo buscamos giros sorprendentes.

No creo que esto sea razonable.
Y esto pasa cada vez que imponemos un criterio en lugar de disfrutar la obra.

Mientras estaba pensando en escribir este post, imaginaba que todo se reducía a una cuestión de prejuicios y "malas costumbres". Lo veía como cuando, de pequeños, cogíamos manía a algunos alimentos, y luego estas rarezas nos acompañaban al crecer, limitándonos a la hora de disfrutar de la comida.

Pero conforme lo he ido poniendo por escrito y releyendo me he dado cuenta que hay algo más, un punto de excusa barata en todo esto. Y aquí me he acordado de los niños cuando asisten a obras de teatro y se asustan con la representación. Les da miedo lo que cuentas, les agobia la presión que sucede durante la historia. Quieren ser más importantes que la obra y que esta no les pase por encima; desean no creérsela, verle la trampa al truco de magia en lugar de disfrutarlo.

Estos niños - que todos llevamos dentro - tienen tanto miedo a perder el control que se niegan a dejarse llevar, prefieren "mirar desde fuera" aunque se pierdan la diversion.  Y cuando crezcan harán lo mismo, pero con más discrección. Usarán cualquier herramienta o supuesto criterio para derribar lo que no les gusta o lo que les pone nerviosos. Intentaran estar por encima de la obra porque esa es la única manera en la que se sienten cómodos.

A partir de ahora, cuando un gafapasta os critique La princesa prometida, pensad que seguramente él lo paso peor que nadie en el zoo de la muerte. Cuando un friki, haciéndose el listo, os ponga Firefly de vuelta y media, sospechad que él querría estar abordo de la Serenity.

No están ciegos, sólo se tapan los ojos con las manos para no ver al monstruo. Pero con ello se pierden toda la aventura.

Al final, la discusión aquella noche acabó sin heridos, y el tema de los escritores prácticamente olvidado (excepto por mí). Sin embargo, y aunque en aquel momento fuera banal, agradezco mucha esa pequeña reflexión; con las semanas me ha permitido presentaros una idea que llevaba tiempo rondando la cabeza y no sabía como abordar. Muchas gracias Adrián ;)

domingo, 11 de abril de 2010

La Realidad


La realidad no sólo es mas extraña
que la ficción, es también
más fea, más hermosa,
más compleja, más voluble,
más imaginativa.
Siempre esta cambiando
y nunca acaba.
(Fuente)

sábado, 10 de abril de 2010

Metro 2033

Quien tenga el valor y perseverancia necesarios
para pasar la vida escruñinando las tinieblas
también será el primero que reconozca
el despuntar de la aurora.



La mayoría de reseñas las hago sobre libros que acabo de leer, teniendo aún frescas las últimas páginas en la memoria. Pero con este libro me he dado tiempo a digerir y reposar su historia antes de volcar mis impresiones en el blog.



Cuando encontré "Metro 2033"  yo estaba en uno de esos momentos de vagancia lectora. No me apetecía hacer el más mínimo esfuerzo por leer ningún libro. Pero al leer la sinopsis - que prometía aventura y miedo a partes iguales durante la narración - me entraron ganas de ariesgarme con él, como Bastian cuando fantasea con robarle a  la historia interminable a Koreander.

Comenzé a leerlo la misma noche de haberlo comprado, y reconozco que con los primeros parrafos me enganchó. Me vi inmerso en un ambiente opresivo de oscuridad y leyenda.

Tras una guerra nuclear, los supervivientes Moscovitas se han refugiado en el metro. Artyom, un joven que ha crecido prácticamente sin conocer el mundo exterior, será el encargado de viajar a la Polis para alarmar de un enemigo desconocido que amenaza con eliminar a la red de metro entera.

El argumento realmente es un Mcguffin que aprovecha un telón de fondo muy sugerente, una civilizacion postnuclear deslabazada a lo largo del metro, para detonar una novela "de viajes" con un aire muy juvenil. La historia aprovecha las vivencias e impresiones del protagonista para  presentarnos las respuestas que toma la sociedad tras la catástrofe.

La coherencia de "Metro 2033" quizás es su aspecto más significativo. La trama responde a una novela de folletín, con una estructura serial y capítulos autoconclusivos, muy distintos uno a otro. Esto, de cara a leerla, resulta muy cómodo, pues te permite ir leyendo la historia en ratos libres, y asimismo retomarla sin tener que recordar demasiado de los capitulos anteriores.

Este ritmo es en parte consecuencia de una peculiar decisión de su autor, Dmitri Glukhovsky. Ante la negativa de las editoriales para publicar la historia, Dmitri la colgó en su blog y fue aceptando sugerencias con las que enriquecerla. Estas aportaciones de la red modificaron el original, permitiéndole alcanzar una cierta "universalidad", de tal manera que bien podría ambientarse en cualquier pais europeo.

La novela ha sido juzgada muchas veces por la carencia de peso que le da su formato serial. Sin embargo pienso que lo más atractivo de "Metro 2033" resulta su estilo ligero de aventura; este, junto a su ambientación muy bien lograda, convierte al libro en una experiencia de evasión genial, sin demasiadas pretensiones. No creo que sea justo renegar de ella por no llegar al nivel de las obras de Stanislav Lem o Alan Moore.

El éxito de "Metro 2033" ha sido tal que ya existe un juego de ordenador basado en su cosmogonía. Al adaptar el ambiente a los requisitos de un juego se perderá parte del espíritu original pero, como bien defiende Wargo cuando habla de estas conversiones, su existencia ayudará a que mucha gente descubra este magnífico libro.

Como apunte final, comentaros que ya se ha publicado en español "Metro 2034", continuación de la original, aunque de lectura independiente. Mientras que "Metro 2033" refleja la autodestrucción de la sociedad tras la catástrofe, la secuela habla sobre el tesón y la voluntad de prevalecer. ¡Tengo ganas de hacerme con ella!.

¡Seguiré informando!

lunes, 5 de abril de 2010

Desnudándome

Muchas veces me he planteado ¿Por qué escribo?. Sería mucho más fácil si me limitase a leer, y ojear videos. Pero sin embargo no sentiría lo mismo: creo que no percibiría Internet ni la palabra escrita de la misma forma si no aportase algo, por poco que fuera. Y como a esa pregunta sólo yo le puedo dar solución, me he puesto a ello.

Aquí teneis la respuesta, es una pequeña ventana a mi mundo interior. Me resulta extraño dejaros leer algo que hasta a mí me resulta íntimo, pero peor es enseñar la polla en Chat Roulette...

Me encanta leer, y lo hago vorazmente. Aprovecho para ello cualquier momento que me lo permita: en la calle, mientras como... Incluso en ocasiones devoro párrafos enteros sin haberlos asimilado del todo. Adoro como me hacen sentir las narraciones, la manera en la que estas me infectan de ideas. Y, como la forma más básica de admiración es la imitación, escribo para responder a todo ello.

El hueco que he encontrado para hacerlo es, a su vez, un pequeño homenaje a la filosofía punk. Si en la red no encuentro la materia que busco, o el tono con el que quiero se trate algo ¿porqué no hacerlo yo mismo? Además así me siento útil, aportando algo a la web (aunque solo sea al 90% de basura).

Cuando narro me abstraigo de mi mismo y lo que me rodea para centrarme exclusivamente en el tema, y este trance me resulta muy placentero, incluso terapéutico. No es una sensación concreta, ni tampoco una ausencia de ellas, sino una especie de "baile" al ritmo de la narración.

Suelo tardar un tiempo en ponerme a escribir, pues nunca me he forzado a ello sin tener preparadas unas cuantas ideas. Voy raptando pensamientos huidizos de día en día, hasta que la inspiración me ayuda a hilvanarlos. Es entonces cuando todo son prisas para ponerlo por escrito, como si tuviera miedo que se me escapase de la cabeza.

El borrador lo hago a lápiz: por alguna razón ADORO la sensación de la mina afilada sobre el papel; además, agradezco poder borrar lo que escribo en lugar de tener que corregirlo con "Typex" o tacharlo. También reconozco que, de un tiempo a esta parte, me ha entrado el capricho esnob de escribir en cualquier superficie válida - como, por ejemplo, el reverso de una caja de dentífrico -. Me resulta una manía de adolescente, pero me hace gracia crear el equivalente literario a los cartones de Sorolla o Picasso.

Escribo al estilo “escritura automática”, llenando párrafos y hojas hasta que se acaban las ideas. Es un impulso sumamente agradable y admito que me genera mucho contenido (¡y algunas veces hasta original!). Sin embargo este arranque a su vez produce una prosa barroca, inconexa y egocéntrica; y por necesidad llega la parte que menos me gusta: organizarlo todo.

Suelo limitarme a una única corrección a la alza, mientras lo paso a digital. Cierto es que la aprovecho para retocar los textos: enriquecerlos con visitas a google y la wikipedia (el equivalente digital al “diccionario y sinónimos”), contrastarlos con el resto de la blogosfera y mejorar su estilo - la gramática se la dejo al corrector automático -.

Me gusta basarme en sentimientos e impresiones a la hora de narrar, pero se que estos temas pueden perder la “sinceridad” con la realidad: me fastidia mucho haber exagerado demasiado una reacción o dramatizado un sentimiento. Esto hace que mire con ojo muy critico lo que hago, pues me daría mucha vergüenza parecerme al “panadero de cyrano”.

En la pelicula “Cyrano de Bergerac” (la de los 90, con Gerard de Pardieu como el poeta narigudo) me dio mucha pena el panadero que persigue al poeta para mostrarle sus versos, sin darse cuenta que lo único de valor que realmente hace es el pan que regala a Cyrano.

Este hombrecillo siempre ha representado para mí el miedo a “La crítica demoledora”. Una bofetada de realidad que me descubriera como un aficionado cutre y sin gracia colándose a caminar entre gigantes.

Y esto es lo que hay: hasta aquí hemos llegado. En unos cuantos parrafos me he retratado como lector y autor impulsivo, desordenado e inseguro. Disfruto escribiendo, pero aún me queda mucho camino para poder tener un estilo sencillo y rotundo, como el de los grandes Maeses.

Lo cierto es que no me importa verme reflejado así :)

PD: En la corrección del post he omitido a Roberto Malo de forma bastante miserable. Es uno de los mayores defensores del cuento corto que conozco, además de un escritor excelente. Fué él precisamente quien me dijo que a escribir sólo se aprende escribiendo...  hacerlo bien es otra historia.


Me gusta mucho su poca preocupación por extender o desarrollar demasiado las ideas si estas no invitan a ello, e intento seguirla.  Si tenéis dudas sobre a qué me refiero cuando hablo de sencillez y rotundidad, aquí tenéis su excelente (y breve) "Últimas Palabras". 


¡Ole maestro, con dos renglones!