domingo, 21 de junio de 2009

Almunian (VII y IIX)

Cantar VII, del rapto

Entró pues el grupo disfrazado en la gran sala, donde muchos aguardaban hablando en corros hasta que pudieran hablar con el Gran Maestre de moda
[1]. Gracias a los disfraces lograron pasar desapercibidos, mas Urago, que no se fiaba de que el Maestre Pichurri pudiera ser engañado por los trajes, conminó al resto para que se escondieran donde pudiesen.

Y asi lo hicieron cuando Glausus encontró una pequeña sala, anexa a la anterior, con la entrada tapada por cortinajes. Esta sala, que se separaba de la principal por una elaborada celosía, era la destinada en los dias de fiesta al coro de Pichi'ns, por lo que en todo el rato que estuvieron ocultos en ella no les faltaron comodidades.

Fue a la hora cuando se oyeon entrar grandes trompetas, y un Cantante de oraciones anunció el paso de la princesa Ajai a la sala. Los demás gilis, entendiendo que Ajai vendría para una audiencia personal con Pichurri, fueron abandonando poco a poco la sala, hasta solo quedar en ella la guardia, el Maestre Pichurri y la princesa Ajai planteándole dudas sobre los colores de las cintas de su traje de novia.

Nunca me aclaró mi señor sus razones. Puede que quisiera conseguir el factor sorpresa, o bien puede que pensase que una solución a la desesperada fuese la mejor salida; o puede sencillamente que se hubiese cansado de oir lo que el consideraba tanta gilipolles y no quisiese oir más; poco importa, pues todo encaminaba a lo mismo: Atravesó mi señor la celosía de un salto seguido de sus compañeros, desmoronándose asi la filigrana de madera sobre los guardias, y se enzarzaron en brutal y rápida lucha.

Una vez se hubo calmado todo, y temiendo que pronto el resto de Gilis volvieran a la sala alertados por el ruido, buscaron a la princesa Ajai. Esta se encontraba inconsciente entre los guardias Gilis pues, vistiendo como iba, fue confundida y golpeada con el resto, con tan buena suerte que sólo habia quedado inconsciente.

Se echó entonces mi señor a la princesa a la espalda, cual saco de tomillo, cuando se oyeron tañir campañas y sonar trompetas, asi como el ruido de la guardia al acudir en tropel con sus tacones
[2]. Por ello salieron corriendo, perdiéndose en el laberinto de callejuelas del palacio-catedral, mientras todo el mundo se apartaba de su camino. Cuentan que, tan frenética fue su carrera, lograron recorrer en una hora casi medio dia de camino, hasta llegar a la Terraza sur.

Era esta una gran explanada de roca que se abría en el lado sur del palacio, decorada y rodeada de balaustradas, reinaba sobre la pequeña Bahia Santa, el embarcadero entre los acantilados donde varaban los barcos del santísimo para cargar sus mercancías. Una empinada escalera, excavada en la roca, serpenteaba desde la Terraza hasta el pequeño muella.

Bajaron pues, a marcha forzada, las empinadas escaleras, irrumpiendo violentamente en el puerto. Mientras que Bronk, que era un excelente marino, escogía un velero que parecía rápido, Glausus iba saboteando el resto de barcos cortando silgas y abriendo vias de agua. De esta manera, para cuando Bronk izó las velas del barco que escogieron, el resto ya estaban medio hundidos.

Y hundidos los encontró la guardia gili al llegar a la terraza, viendo alejarse a nuestros héroes en el barco. Tal fue la rabia de los gilis, que decidieron enviar para su caza a los seis mejores artefactos voladores, "Las Sandalias del Santo" las llamaban. Estas, que no dependían del aire para avanzar, pronto estuvieron a la altura del pequeño velero, y podrían haberlo abatido de no ser por la magia de Urago, que hizo estallar a tres de las "Sandalias".

Una mas se estrelló contra las rocas de los acantilados, pues Bronk navegaba arriesgadose y pegandose a las traicioneras paredes, la cuarta fue abatida con su piloto, por una flecha del maese Glausus, más la quinta logró sobevivir y acercarse lo suficiente como para que sus lanceros pudiesen abordar el barquichuelo de un salto.

Más mi señor no estaba dispuesto a permitirlo y, con lo primero que tuvo a mano, saltó en el barco golpeó la quilla de la "Sandalia", abriéndola en dos y haciendo caer a las frias aguas a los lanceros y el piloto. Lástima que tan ferreo garrote fuera la pobre princesa Ajai.

Cantar VIII, de la vuelta a Sergia y el glorioso final

Y asi navegaron hasta la noche, amparados en la cual llegaron a Delicias y desembarcaron. Ocultándose como ladrones pudieron recorrer en la noche siguiente el traicionerio camino a Sergia, ahora lleno de heraldos Gilis denunciando el infame secuestro y buscando a los culpables. y por fin llegaron al castillo del Rey Vino.

Muchos y bien merecidos honores fueron dados entonces por el rey y por el pueblo entero a nuestros heroes. La princesa, aún dormida, fue tratada entonces por los magos reales para curar los estragos de los Gilis en su pensamiento. Y el rey, ya sin coacción, mandó cerrar todas las capillas, retirar el poder de las manos Gilis y reabrir los templos y bibliotecas. Tras esto, Almunian, Glausus, Wilfrey y Bronk fueron gratamente recompensados, y cada uno tomaron distintos caminos durante un tiempo.


Wilfrey siguió estudiando magia en el templo a la sabiduría, en Sergia, mientras que Bronck gfundó una nueva herreria en Serga. Glausus, por su parte, entró a formar parte del gremio de los licoreros en Puerto de Soñia
[3], y mi señor, quedó en Delicias, recopilando informacion sobre la perdida coronoa de L'almunia.

Muchos que en su tiempo escucharon esta historia pensaron que aqui la historia encontraba su final, nada menos cierto, pues solo había sido la primera en las muchas aventras de mi señor, el cual, no mucho tiempo después de esto, fue llamado de nuevo por el Rey Vino.


[1] Aunque a nosotros nos pueda parecer ridículo, la "moda" gili es un aspecto muy importante de su vida. Con moda se quieren referir a una rígida y compleja serie de mandatos en el vestir. Algunos de estos son periódicos y se pueden calcular con facilidad, más otros dependen de la luna, de las estaciones o de lo variable del clima. Es por eso que el asesor de "moda" Gili es una figura respetada y valorada, pues es versado en esta complicada materia y asesora a los demás para su adecuado cumplimiento.

[2] Los guardias y militares también tenian que seguir la moda, siendo muchas veces obligados a llevar tacones alzados, no necesariamente del mismo tamaño en cada pie.

[3] En puerto de Soñia este gremio es uno de los más reconocidos, tal es el amor que sienten sus gentes por las bebidas de espíritu

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