martes, 29 de marzo de 2011

El viaje VIII - Cambio de rumbo

Avanzamos por la playa, siguiendo los Adm a buen paso. Mientras nos adentrábamos entre las dunas Excessus continuaba explicando:
  • Cuando cerramos los portales pensamos que todo había cesado. Enviamos mensajeros a las ciudades cercanas para avisarles, pero al caer la tarde ninguno de ellos había vuelto. Ya de noche, nuestros vigías avistaron muchos monstruos pululando fuera de las murallas, más allá del alcance de nuestros arcos. Los seres permanecieron allí hasta el amanecer, y después desaparecieron como habían llegado.
  • Vamos -respondí, mientras intentaba seguir a su altura-, como en el resto de ciudades por toda Serveria.
  • Imagino, maese Piteas. En ese sentido habreis visto más que yo -admitió antes de continuar-. Al día siguiente aprovechamos para traer a todos los campesinos de fuera de Espaún a la ciudad.
  • ¿Y no hubo quien se negara? -preguntó Reshef.
  • Para nada, algunas granjas habían sido asaltadas por la noche, así que la mayoría lo agradeció. Al ocaso las puertas de la ciudad se cerraron y se dobló la guardia en sus almenas.

Tras la caminata, los cuatro llegamos a una gran hondonada excavada en la arena. Allí esperaban Osuspiro y Hazmat, al lado de una pesada losa que habían desenterrado. Los otros dos viajeros, subidos en las dunas cercanas, vigilaban los alrededores. Excessus se adelantó.
  • ¿Esta es? -Preguntó Excessus al pálido Hazmat.
  • Esta es -respondió el hombre-. Al fin la hemos encontrado.
  • Por fin -exclamó aliviado Phank-, la primera buena noticia desde hace tiempo.

Excessus nos presentó entonces a Osuspiro y Hazmat, los que nos habían salvado la vida la noche anterior, y estos nos contaron su historia.

Osuspiro era un mensajero que Espaún envió a Aleria, cruzando el desierto del oeste. A mitad de camino, los ataques nocturnos le obligaron a buscar protección en el caravansari de Shai-Hulud, donde se refugió junto a algunos viajeros y comerciantes. Y allí se encontró con el mago Hazmat, que había sido formado en el lejano Poniente en las artes oscuras. El hechicero había aprendido sobre Dart Lagg, los Monstruos y el lugar de donde proceden, y tras estudiar muchos años los vetustos tomos de la biblioteca de Atlantia, vislumbró un peligro oculto tras la red de portales.

Los portales son dos lugares de nuestro mundo atados mediante Lineas Ley; estas son las venas por las que fluye la energía del mundo y fueron tejidas hace mucho tiempo por el mismo creador. Aunque sus extremos tocan constantemente Serveria, las líneas se entrecruzan como hilos de plata a lo largo de otra realidad: un inconmensurable abismo vacío, sin luz ni sonido alguno, tan sólo interrumpido por sus apagados brillos argénteos. Este era el otro mundo que el Adm Bob había situado "al otro lado del espejo".

Pero en este desolado lugar es donde Darth Lagg tiene su morada, y el único hogar que conocen sus hijos, los Griefers. Nuestros constantes viajes repiquetearon en su silencio como campanillas en la noche, despertándo su atención y su hambre. Darth Lagg se valió de los portales para entrar Griefers en nuestra realidad, que se ocultaron entre nosotros bajo apariencia humana esperando el momento para levantarse. Eran los llamados durmientes y, cada vez que alguno de ellos usaba los portales, los corrompía allanando el camino para su maestro.

Para cuando quiso advertir de ello era demasiado tarde y el caos se había desatado. Los Adm actuaron pronto -deteniendo los portales y con ellos el grueso de la invasión- pero el mal ya estaba hecho e incluso las Lineas Ley quedaron corruptas. Aunque los monstruos ya no podían salir por los portales, al caer el sol aparecían por cualquier resquicio de oscuridad, teniendo en mente destruir todo cuanto encontrasen a su paso.

Pero también en el Vacío había una esperanza que podía salvarnos. Las leyendas hablaban de una caverna mítica, perdida en mitad del golfo de oscuridad y enredada entre las Lineas Ley como el oro se envuelve en las vetas. Un lugar titánico que una vez fue un palacio y donde, hace eones, se recogió todo el saber de Server: Mojang. Su biblioteca tiene una infinidad de salas, teniendo cada una grabado en su arcada el Nombre Verdadero de cada cosa que és, guardando en ella los tomos con sus Órdenes y Sellos. De tal manera que si se busca la sala con el Nombre correcto, se puede incluso encontrar el libro con las órdenes y sellos que sujetan a Darth Lagg.

Viendo la posibilidad de solucionar algo, Hazmat y Osuspiro reemprendieron el camino de vuelta a Espaún superando muchas celadas. Afortunadamente el mago poseía una sobrenatural intuición para con los monstruos, y esto les permitió llegar sin sufrir daño alguno. Cuando regresarón Hazmat les planteó la misiòn a los Adm. Era una locura casi suicidia, pero la alternativa era no hacer nada y dejar que los monstruos invadieran Serveria. Excessus y Phank -que se sentían responsables de lo ocurrido- aceptaron el riesgo. Hazmat iría para guiarles, y tres voluntarios de la guardia (el mismo Osuspiro, Dester y Blade) se sumaron para protegerles.

Salieron de la asediada Espaún a través de los caminos de Ferdulio -los primeros túneles de Espaún, que se comunican con todas las minas y cuya longitud nadie conoce con seguridad- volviendo a la superficie por una salida mas allá del devastado museo. Desde entonces viajaban siguiendo las señales de las estrellas, que les habrían de indicar donde se ocultaba la entrada a Mojang.

  • Y así llegamos hasta estas playas -dijo Hazmat mientras entreabría la losa. La oscuridad de su interior era plástica como el agua y pareció abrazar su mano, culebreando entre los dedos.
  • ¿Esto ha estado aqui todo el rato? -preguntó Reshef, sorprendido- ¿Siempre?
  • Si, astrónomo -respondió Hazmat sarcástico, más pendiente de la oscuridad que de nosotros-, las estrellas marcan este lugar... ¿y vos que las estudiais no os disteis cuenta?.
  • Tenemos que prepararnos -cortó Excessus, mientras miraba preocupado la oquedad bajo la piedra-, estamos cansados. Si de verdad pretendemos conseguirlo, necesitaremos toda las fuerzas que podamos reunir.
  • Excessus lleva razón –concluyó Phank- volvamos a la casa y descansemos hasta mañana; aún tenemos tiempo para preparar defensas y pasar seguros la noche.

Volvimos a la casa de Reshef, donde Dremin ya había despertado prácticamente curado de sus heridas -así de extraño y milagroso debía ser el ungüento de Hazmat-. Mientras los guardias organizaban defensas fuera, Dremin, Reshef y yo hablamos sobre lo que nos habían contado los Adm, las palabras del mago y la situación de Server. Los tres llegamos a la misma conclusión: debíamos ayudarles.

Y así se lo expusimos a Excessus que, para que mentir, se alegró de tener tres hombres más en el grupo.

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